Simbología de la tierra en: Proyectos románticos
del poeta esteliano Byron Picado
Isolda Rodríguez Rosales
Quien inicia la lectura de este poemario, se asombrará por lo desconcertante de su título. Nos interrogamos ¿pueden existir proyectos románticos? Proyecto está, semánticamente vinculado con la formulación de una propuesta social, pero acá no encontramos eso. Desde el inicio, el autor comienza su ejercicio lúdico, que caracteriza su trabajo poético escritural. Y luego el concepto romántico, como sabemos, conexo al romanticismo, en boga en el siglo XIX y cuyas huellas las recoge, tardíamente, Gustavo Adolfo Bécquer y que desarrolla temas medievales, orientales, libertarios, en escenarios lúgubres, castillos abandonados o cementerios con telones de luna llena como trasfondo. Nada de eso encontramos en este libro. Todo es un juego de este enfant terrible que confiesa escribir para sí mismo. No obstante, como Darío, sabe que sus poemas llegarán a otros ojos, otras miradas que disfrutarán con esta nueva propuesta de cambiar lenguajes, decires y pensares.
El libro, estructuralmente está dividido en ocho partes, que el autor designa como: comentario, amores, vivencias, costumbrismos, politiqueando, ipegüe y epílogo. Curiosa manera de estructurar un poemario, con una suerte de introducción y un epílogo. Seguimos apreciando los juegos del poeta y un deseo manifiesto de romper con los patrones poéticos establecidos.
Desde los primeros poemas se aprecia una fuerza telúrica que habla desde las piedras, glifos que son el símbolo de la ciudad de Estelí, traídos desde Las Pintadas y Condega, donde lograron esconderse los últimos vestigios de las culturas ancestrales. En el poema “Querella”, Picado alude a esos petroglifos, libros de los antepasados: “exporto estas palabras mágicas/ desde estas enigmáticas y olvidadas piedras”. Observemos los sintagmas adjetivos enigmáticas y olvidadas, no empleadas al azar, sino para llamar la atención del lector/a, porque en ellas se encierran enigmas de una cultura desconocida y poco estudiada, y es más, ignorada e invisibilizada adrede, porque no hay interés en descifrar esos enigmas.
En el poema siguiente, “Proyecciones” el poeta reitera su anhelo de conocer “esas piedras que hablan” y apunta: “Resentir en detalle tus grabados, reconocer tus piedras”, porque hay tantos mensajes ocultos en esas piedras, en la tierra, en los astros, sólo que nunca nos detenemos para verlos. El poeta concibe la unidad cósmica con el planeta entero, con la tierra y plantea una actitud dialogante, de búsqueda para conocer nuestras raíces.
En “Interacciones” ya es evidente esa visión planetaria de la Madre Tierra, como una mujer, es decir, con identidad femenina: “Abre tu alma convulsionada, piedra/ déjame penetrarte/ con modo y mañas/ para ver si así alcanzas los Himalayas de la calma” Se aprecia una doble connotación, donde el erotismo asoma con sutileza, al tiempo que alude a la piedra, por su dureza, quizás; pero mantiene el sentido telúrico al comparar los Himalaya con el estado de éxtasis después del recorrido amoroso. El caminante, cuando alcanza la cima, se llena de gozo. De igual manera, el poeta juega con las connotaciones de la tierra para simbolizar el gozo, el éxtasis catártico.
La tierra es una mujer y la mujer es la tierra, paridora y engendradora de vida. Por eso el poeta, en su quehacer lúdico convierte los versos en sistemáticas denotaciones que connotan el amor a la mujer o la tierra, que para él es igual: “alcancé sin buscarlo, tus abundantes ríos/ con mi totalidad silenciosamente explayada/ en plenas madrugadas”. Como cuando dice, ya de manera más explícita, pero siempre en el juego y rejuego connotativo: “Me interno en tu Amerrisque/ … nado tranquilo en tus insaciables lagos / Mientras los acentrados tiburones amenazan / tragarme”.
Es una forma de expresión muy original, muy novedosa, en la que el autor unifica la tierra y la hace objeto de su amor. En tiempos que nuestro planeta ha pasado por convulsos eventos, estos poemas toman una nueva vigencia, porque sin tener el tono socorrido de la poesía ecológica, levanta su canto a la madre tierra, a la pachamama, como dicen en Perú, y hace suyo su amor o dolor.
Erguida, entre gente embebida, te contemplo,
y calculo que, en un tiempo, tú y yo podríamos,
con fervorosa calma, escribir deliciosas sinfonías
sin reparar en mientes, sin expectativas.
Todo está en el querer Tierra querida.
El poema “Convite” se constituye en un amoroso canto a la tierra/ mujer:
Ven, solázate en mis centros de América.
Recorre paso a paso, despacito,
estos resplandecientes lagos,
estos bravos volcanes dormidos.
Báñate sin apuro en estos anchos ríos desbordados,
en estas argentinas lagunas cristalinas.
Ven, disfruta de mis centros de América, excéntrica,
sube tranquila por estos ásperos y escandalosos cerros,
deslízate voraz en estas vírgenes montañas agrestes.
Y es que para Byron Picado, la tierra que habitamos, es más que nuestra casa, es la madre fecunda, es la mujer, la amante que disfruta de los centros energéticos, tanto del hombre, como de la tierra. Visión cósmica y amorosa, pero con un amor que trasciende lo carnal y transmuta y se expande hasta los centros del orbe. Con una conciencia de los abusos cotidianos contra nuestros recursos, que creemos inagotables, cuestiona esta explotación irresponsable, pensando en el agua “tan cara y ajena”, porque día a día dilapidamos el valioso líquido, pensando que será eterno, pero quizás, sólo quizás, llegará un momento que no tendremos como saciar la sed y lo expresa de manera figurada diciendo que busca donde saciar la sed de cielos.
Con el poema “Propiedad” el poeta redondea su concepto de la tierra. Un planeta sin fronteras, al final, líneas imaginarias, que obedecen a intereses preconcebidos. “las fronteras no son mías/ y los países inventos/ para conquistarnos mejor”… Como decían los nativos norteamericanos, la tierra no es de nadie, pertenece al Gran Manitú; pero la avaricia humana ha trazado fronteras y levantados muros y murallas, cerrando el paso a los viajeros trashumantes que recorren su casa. Latinoamericanos expulsados de los sueños, de la sobrevivencia. Byron Picado lanza una propuesta solidaria y humana: “Hay que recuperar todo el Planeta… una sola patria … país de todes, sin ninguna traba”. Es decir, deconstruye visiones arcaicas, egoístas, e inhumanas, para construir un nuevo concepto donde los seres humanos no se aten a nacionalidades obsoletas, sino que sean, como decía el profesor Eloy Canales “ciudadanos del mundo”. Derribar los conceptos de mío y tuyo: “Estelí no es mía/ aunque haya nacido aquí”, y sustituirlos por los sintagmas adjetivos nuestro, nuestra. Una patria donde todos/as habitemos en respeto a la tierra y la armonía sea nuestro lema.
Ante una generación desencantada y defraudada, Byron Picado alza su voz para entonar himnos nuevos, llenos de fe, esperanza y amor universal, donde nuestro planeta sea más habitable, nuestro mundo: nuestro hogar, nuestras piedras, libros que hablen de la cultura ancestral, y los recursos de todos/as sin discriminación de ninguna especie. Ojalá sus sueños encuentren ecos y oídos y el que quiera entender, entienda…
Managua, julio 14, 2010.